martes, 25 de octubre de 2016

Complejo hospitalario

La operación de la eAbuelita ha ido bien. Aceptablente bien. Comenzó con un paseo en camilla a lo ”fórmula 1”. Con las prisas, casi se me pasa despedirla y desearle que todo fuera bien. Entró a quirófano por la puerta grande, y ahí se quedó eMamá, contenta y sola. Pero lo que prometían ser varias horas de tranquila espera pronto se convirtió en un sarao de movimiento: a la media hora llegó a acompañarme la “amiplasta resonante”.


Antes de seguir debo decir que eAbuelita se rodea de multitud de amigas, categorizadas en normales, fanáticas y “amiplastas”. Estas últimas (en combinación con las segundas), son las más peligrosas.


Pues bien, una de ellas, bajo el lema “soy su amiga, hago lo que quiero”, se parapetó tras el bolso en la sala de espera de quirófanos. Pasadas tres horas (la intervención estaba programada para unas cinco), la cosa empieza a ponerse interesante: “Es muy tarde. No sabemos nada”. Y eMamá: “Que no, amiplasta. Que aún nos queda. Aguanta hasta las tres”. A las tres, “amiplasta” ya había ido cinco veces al control de enfermería, había hecho unas diez llamadas telefónicas y me había atosigado otras tantas veces.


A las cuatro, eMamá estaba nerviosa.


A las cinco, la cosa estaba tan tensa que ePapá se ofreció a venir de retén para paliar mis fogosos deseos de atizarle un bofetón.


Al fin, nueve horas y media después, salió el médico. El cirujano de mi madre es muy alto, muy serio y muy rodeado de un enigmático halo de misterio para revestirse, si cabe, de un mayor interés. Tras las pertinentes informaciones, podemos visitar a eAbuelita en la “REA”(nimación).


La “REA”(nimación) levanta a un muerto. Es un luminoso local lleno de lucecitas, pitidos, silbidos y enfermeras. En ocasiones se vislumbra algún paciente. Allí nos personamos, ante eAbuelita, que lucía un estupendo cableado. A la enfermera: “ Perdone, ¿ésta es mi madre?” “Sí, señorita.” “Y se puede tocar o provocaré un cortocircuito?” Y en ese plan.


eAbuelita abre los ojos, sonríe y dice… “mi páncreas”. Afortunadamente estamos informados de la magnitud de la intervención y podemos confirmar que sigue en su sitio, en toda su dimensión.
A continuación, eAbuelita prosigue: “los doctores estarán cansados”. Seguramente, sí. Han sido cinco horas y pico de operación. No obstante, la cantidad de artilugios que entran y salen de mi madre por diversos lados dan a entender que A) los doctores han estado francamente entretenidos y B) ésa no debería ser la mayor preocupación de la paciente.


La estancia en la REA fue breve. Al día siguiente eAbuelita y todos sus conductos bajaron a planta. Una cariñosa enfermera nos presenta los rudimentos básicos: “su cama, su armario… Si necesitan algo, aquí está el botón para llamar.” Para llamar. Para llamar, ¿a quién? ¿Al fontanero? Mi madre lleva más tuberías instaladas que la calefacción de un edificio. Entre entradas y salidas, contabilizo lo menos diez. Tiene puesta, incluso, una “pera limonera” que aquí profesionalmente se conoce como “bomba del dolor”. No explota, afortunadamente, pero por las noches sisea cual serpiente. Y, entonces, la paciente alucina colorines.


Pasado un tiempo (aproximadamente treinta minutos) desde que se conoce la feliz noticia de su bajada a planta, la habitación 421 comienza a conocerse popularmente como “la secta”. No hay más fanáticas por metro cuadrado porque, literalmente, no caben. Y es que este otro tipo de amiga de eAbuelita es el que más abunda. El tipo de persona que, de cada cuatro palabras que utiliza, incluye en cinco algún angelote, manos en oración, halos de santidad o cosas más elevadas. Para los humanos de a pie, con religión “a nivel de usuario”, como diría mi prima, atender teléfonos y visitas fanáticas a un ritmo de cien diarios es un esfuerzo sobrehumano. Aquí se ve de todo. Un día eMamá, harta de esta marea de peregrinación, coloca un cartel con el camarote de los hermanos Marx en la puerta. Desgraciadamente, el único en pillar la indirecta es el interesante, alto y misteriosamente enigmático cirujano. Afortunadamente, se alía secretamente con eMamá y no pone objeciones.


Han transcurrido 21 días y hemos vivido de todo. Noches de insomnio, ronquidos, ligoteos, cuatro compañeras de habitación, visitas en busca de piso de alquiler,... No sabemos el tiempo y las situaciones que aún nos depara el hospital. Pero estaré deseando contarlas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario