jueves, 20 de julio de 2017

Lista de mis malas acciones: #1

Esta mañana he perdido la paciencia una vez más (y van como 2462987 más o menos). eBebote, que ya tiene 3 añazos, afortunadamente ha olvidado la vieja costumbre de levantarse antes que el sol para pasar a hacerlo CON el sol. Así que a las siete de la mañana, tras una noche en que su madre ha tratado de deshacerse (con éxito, parece) de un molestísimo dolor de cabeza a la vez que compartía cama con el sujeto mencionado y velaba porque, una vez huido ePapá al trabajo, no se despeñase por el otro lado, eBebote ha abierto una rendija ocular y, con su sexto sentido arácnido, ha expresado: “quiero desayunar”. Arghhhh, cielos. ¿Pero cuánto necesita NO dormir este niño? En total, habrán sido 7 horas de sueño. eMamá y su cabeza, desde luego, necesitan al menos una más. Tampoco exageremos, porque una de las cosas atractivas de la maternidad es que, una vez tienes un hijo que te acostumbra a jornadas de sueño antimaratonianas, con dormir cinco horas tienes las pilas cargadas y el cuerpo se despierta solo (no así la mente, que pasa a un permantente estado de duermevela y abotargamiento que no tiene solución).
Como decía, mi hijo menor con su sexto sentido arácnido ha prescindido hoy por primera vez de su particular “buenos días”, que venía a ser “mamá, ¿estás con nosotros?”. Tras tres días comprobando que, efectivamente, estoy con ellos de vacaciones y a su completa disposición, ha intuido que esto ya no tiene arreglo y eMamá ha venido para quedarse.

Asumidas las condiciones por ambas partes, preparo el desayuno. Nuestra despensa parece un muestrario de cualquier buen supermercado: galletas redondas, galletas con paja, galletas sin azúcar, con chocolate por encima, por debajo o por los lados, rellenas de algo que dice ser nata (con y sin chocolate por encima, debajo y los lados), bollitos (una sola variedad -aquí el stock falla un poco-), pan tostado, tres o cuatro tipos de cereales… eBebote durante esta semana ha catado casi cada producto consentido de esta lista (quitando chocolates varios), y hoy dispone firmemente el menú: cereales súperguays. Galletas no porque tienen caritas dibujadas y sólo comemos las de letras (diría que me ha salido un ilustrado, pero es que rechaza la ilustración). ZZZZvasoZZZZlecheZZZZmicroZZZZcerealesZZZZpajitadoscucharasmesaplatoZZZZZZZZZZZZZZZ...¡! eBebote ha echado su pequeño bol de cereales enterito en el vaso de leche. “!Mira qué bien, qué práctico”, piensa satisfecha eMamá, que por simple problema de suministro ha escogido el vaso más grande de la casa y lo ha llenado hasta la mitad de leche. El tamaño es perfecto para el cóctel de energía que va a ser este desayuno. eMamá regresa a su café con leche recalentado y sus cuatro galletas sin azúcar cuasitransparentes de la dieta permanente…

“Quiero galletaz”. Una carita medio adormilada observa con gula y cierta dificultad por encima de su aparentemente delicioso vaso de desayuno, del que se ha bebido ya toda la leche dejando una muralla de cereales empapados -todos sabemos del poder aglutinante de este material, seguramente sea el ingrediente secreto de afamadas marcas de pegamentos ultrafuertes del mercado. NO recomiendo la comprobación empírica-. Vuelvo a sumirme en mis reflexiones de café con sueño mientras murmuro algo como “termina los cereales, que los has pedido tú”, o algún sinsentido por el estilo.
Entonces eBebote empieza a torcer su gesto en ESA mueca que conozco tan bien. El labio superior se curva hacia abajo, los ojos se agrandan y… cuando empieza a abrir la boquita en un primer alarido lastimero, el lado oscuro de eMamá toma el control y, obviando que el resto de niños duerme todavía- algo que me preocupa- y unos cuantos atenuantes más, agarra el desafortunado recipiente y… ¡CRAC! Se estampa contra el suelo.



eMamá recoge sus millones de pedacitos que se esparcen por el suelo del salón, del hall y hasta del baño, por encima de una alfombra, debajo de los radiadores e incluso entre los cables de la tele… Mientras, yo intento ayudarla buscando los trocitos de cristal con argamasa en que ha convertido el olvidado desayuno.
Enviamos a eBebote a su cama un rato más, cosa que agradece su cuerpecito cansado y reconfortado, y, penosamente, mi lado oscuro y yo comenzamos la reconstrucción. El vaso no tiene solución, pero no importa. Hay otros. El alma, desgraciadamente, nos va a llevar un rato.

miércoles, 19 de julio de 2017

Configuración de alta densidad


Hoy escribo de nuevo, desde mi microportátil que ocupa nada y menos. Sus teclas son tan estrechas y están tan pegadas que mis morcillosos dedazos apenas atinan sobre ellas. Aunque parece imposible, la que más me cuesta encontrar, o más pericia me requiere, ocupa prácticamente la mitad de la envergadura total: es la barra espaciadora. Si volviéramos al mundo opositor donde contaban las famosas “pulsaciones por minuto”, iba a ganar la copa de futuros funcionarios (ay,no, que no se compite para eso) al mérito espaciador. Cada palabra se conecta a la siguiente por una serie de golpes repetitivos sobre mi especial barra espaciadora; “Querida BARRABARRABARRABARRAmamá;RETROCESO: (ahora ha funcionado)BARRA¿CómoBARRABARRABARRABARRAteBARRABARRAencuentrasBARRA hoy)=?”


Y en ese plan,,.


Es lo que tiene escribir en un espacio mínimo. Es muy temprano por la mañana, apenas está comenzando a amanecer, y el resto de usuarios todavía permanece en esa duermevela que precede al auténtico despertar. Algunos, y más concretamente el que tengo en este azar de los espacios públicos hoy a mi lado, se desparrama en algo que parece un sueño profundo. Lo miro con envidia. De repente, en un movimiento seguro y brusco, se me echa encima. Detengo su caída con la pierna mientras continúo escribiendo. AhoramismoBARRABARRABARRAestoy especialmente incómoda. El sujeto, que no levanta apenas del suelo, se me agarra a un pie mientras comienza casi a roncar. Si tuviera a quién es probable que me quejase. El resto de compañeros continúan su sueño ligero ajenos a esta situación, y no hay figura de autoridad que pueda quitarme esta sobrevenida responsabilidad de almohada y muro de contención a un tiempo. Es lo que tiene la tendencia a reducir los espacios para acumular más y más gente. Es lo que tiene esta moda actual de la delgadez, la eficacia y los espacios diáfanos. Aglutinar la mayor cantidad de usuarios en el mínimo volumen posible... ¿Por qué,si no, desaparecieron los trenes con compartimentos -y sì, yo he viajado en alguno de esos- para evolucionar a lo que son hoy en día? (estoy pensando en los fríos y vacíos trenes de cercanías: grises, minimalistas y repletos de viajeros).


Afortunadamente mi vecino de hoy es ligero y apenas ruidoso.


Sigo mi reflexión: ¿cuál será entonces la auténtica intención de la moda del loft? Acumular el mayor número de personas en un cuarto que, no nos engañemos, no suele ser enorme, hasta se salgan por un elevado techo? Ahora resulta que aquel vendedor de cocinas que confundía la mala educación con ir de moderno sólo quería tirar las paredes de nuestro modesto piso para evitarnos la sensación de soledad… Afortunadamente le tomamos por loco y rellenamos nuestros espacios de manera tradicional. Con sus literas y todo. No me veo acumulando gente en casa como se acumulan tickets en el bolso,o pasajeros en mi asiento.






De pronto me doy cuenta de que vuelvo a ser libre. Mi pie descansa al final de mi pierna sin ataduras. El ligero dormilón ha restablecido una posición más cómoda y adecuada. Continuamos viaje esta madrugada hacia el inicio de la jornada, que me espera ya a tan sólo unos minutos (laaaaargos, deseo). Así pues, es mi momento: me estiro y me pongo cómoda, finalmente, en el espacio que me corresponde en mi diáfana, enorme y abarrotada cama de 1,60m.