Hoy escribo de nuevo, desde mi microportátil que ocupa nada y menos. Sus teclas son tan estrechas y están tan pegadas que mis morcillosos dedazos apenas atinan sobre ellas. Aunque parece imposible, la que más me cuesta encontrar, o más pericia me requiere, ocupa prácticamente la mitad de la envergadura total: es la barra espaciadora. Si volviéramos al mundo opositor donde contaban las famosas “pulsaciones por minuto”, iba a ganar la copa de futuros funcionarios (ay,no, que no se compite para eso) al mérito espaciador. Cada palabra se conecta a la siguiente por una serie de golpes repetitivos sobre mi especial barra espaciadora; “Querida BARRABARRABARRABARRAmamá;RETROCESO: (ahora ha funcionado)BARRA¿CómoBARRABARRABARRABARRAteBARRABARRAencuentrasBARRA hoy)=?”
Y en ese plan,,.
Es lo que tiene escribir en un espacio mínimo. Es muy temprano por la mañana, apenas está comenzando a amanecer, y el resto de usuarios todavía permanece en esa duermevela que precede al auténtico despertar. Algunos, y más concretamente el que tengo en este azar de los espacios públicos hoy a mi lado, se desparrama en algo que parece un sueño profundo. Lo miro con envidia. De repente, en un movimiento seguro y brusco, se me echa encima. Detengo su caída con la pierna mientras continúo escribiendo. AhoramismoBARRABARRABARRAestoy especialmente incómoda. El sujeto, que no levanta apenas del suelo, se me agarra a un pie mientras comienza casi a roncar. Si tuviera a quién es probable que me quejase. El resto de compañeros continúan su sueño ligero ajenos a esta situación, y no hay figura de autoridad que pueda quitarme esta sobrevenida responsabilidad de almohada y muro de contención a un tiempo. Es lo que tiene la tendencia a reducir los espacios para acumular más y más gente. Es lo que tiene esta moda actual de la delgadez, la eficacia y los espacios diáfanos. Aglutinar la mayor cantidad de usuarios en el mínimo volumen posible... ¿Por qué,si no, desaparecieron los trenes con compartimentos -y sì, yo he viajado en alguno de esos- para evolucionar a lo que son hoy en día? (estoy pensando en los fríos y vacíos trenes de cercanías: grises, minimalistas y repletos de viajeros).
Afortunadamente mi vecino de hoy es ligero y apenas ruidoso.
Sigo mi reflexión: ¿cuál será entonces la auténtica intención de la moda del loft? Acumular el mayor número de personas en un cuarto que, no nos engañemos, no suele ser enorme, hasta se salgan por un elevado techo? Ahora resulta que aquel vendedor de cocinas que confundía la mala educación con ir de moderno sólo quería tirar las paredes de nuestro modesto piso para evitarnos la sensación de soledad… Afortunadamente le tomamos por loco y rellenamos nuestros espacios de manera tradicional. Con sus literas y todo. No me veo acumulando gente en casa como se acumulan tickets en el bolso,o pasajeros en mi asiento.
De pronto me doy cuenta de que vuelvo a ser libre. Mi pie descansa al final de mi pierna sin ataduras. El ligero dormilón ha restablecido una posición más cómoda y adecuada. Continuamos viaje esta madrugada hacia el inicio de la jornada, que me espera ya a tan sólo unos minutos (laaaaargos, deseo). Así pues, es mi momento: me estiro y me pongo cómoda, finalmente, en el espacio que me corresponde en mi diáfana, enorme y abarrotada cama de 1,60m.
Y en ese plan,,.
Es lo que tiene escribir en un espacio mínimo. Es muy temprano por la mañana, apenas está comenzando a amanecer, y el resto de usuarios todavía permanece en esa duermevela que precede al auténtico despertar. Algunos, y más concretamente el que tengo en este azar de los espacios públicos hoy a mi lado, se desparrama en algo que parece un sueño profundo. Lo miro con envidia. De repente, en un movimiento seguro y brusco, se me echa encima. Detengo su caída con la pierna mientras continúo escribiendo. AhoramismoBARRABARRABARRAestoy especialmente incómoda. El sujeto, que no levanta apenas del suelo, se me agarra a un pie mientras comienza casi a roncar. Si tuviera a quién es probable que me quejase. El resto de compañeros continúan su sueño ligero ajenos a esta situación, y no hay figura de autoridad que pueda quitarme esta sobrevenida responsabilidad de almohada y muro de contención a un tiempo. Es lo que tiene la tendencia a reducir los espacios para acumular más y más gente. Es lo que tiene esta moda actual de la delgadez, la eficacia y los espacios diáfanos. Aglutinar la mayor cantidad de usuarios en el mínimo volumen posible... ¿Por qué,si no, desaparecieron los trenes con compartimentos -y sì, yo he viajado en alguno de esos- para evolucionar a lo que son hoy en día? (estoy pensando en los fríos y vacíos trenes de cercanías: grises, minimalistas y repletos de viajeros).
Afortunadamente mi vecino de hoy es ligero y apenas ruidoso.
Sigo mi reflexión: ¿cuál será entonces la auténtica intención de la moda del loft? Acumular el mayor número de personas en un cuarto que, no nos engañemos, no suele ser enorme, hasta se salgan por un elevado techo? Ahora resulta que aquel vendedor de cocinas que confundía la mala educación con ir de moderno sólo quería tirar las paredes de nuestro modesto piso para evitarnos la sensación de soledad… Afortunadamente le tomamos por loco y rellenamos nuestros espacios de manera tradicional. Con sus literas y todo. No me veo acumulando gente en casa como se acumulan tickets en el bolso,o pasajeros en mi asiento.
De pronto me doy cuenta de que vuelvo a ser libre. Mi pie descansa al final de mi pierna sin ataduras. El ligero dormilón ha restablecido una posición más cómoda y adecuada. Continuamos viaje esta madrugada hacia el inicio de la jornada, que me espera ya a tan sólo unos minutos (laaaaargos, deseo). Así pues, es mi momento: me estiro y me pongo cómoda, finalmente, en el espacio que me corresponde en mi diáfana, enorme y abarrotada cama de 1,60m.
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