jueves, 27 de junio de 2013

El bocata

Hoy es miércoles. Desde el lunes mi hijo ha emprendido la complicada misión de volver a casa todo mordisqueado como si de un chicle se tratase. El lunes en el autobús descubrí en su bracito dos extrañas marcas que, por más que se frotasen, no desaparecían. Eran la sombra de una sucesión de dientes perfectamente encajados en una mandibulita del tamaño de un bebé. El martes su profe, desconcertada y desolada a partes iguales, tuvo que informarme de que para hacer juego, nuestro peque lucía otro bocado similar en el otro brazo. Cuando fuimos a admirar semejante obra artística, otros dos traumatismos con un número dispar de dientes asomaban en su manita y subían, como un sinuoso emblema de la masticación, hasta el codo…
Alguien ha confundido sospechosamente a mi hijo con un bocata. Como celosa madre que soy, pretendo que al – ¿inocente?- agresor se le reprenda por su comportamiento. Ignoro si a los progenitores de esta pequeña fiera se les ha informado alguna vez de los hechos. En el historial figuran un precioso reloj de mano, no hace mucho, un mordisco en el interior del brazo (localizado por las babas que dejó en la camiseta) y el más antiguo y problemático, un bocado en plena tripa. Y digo problemático porque por azares alguien se olvidó de comentármelo y pasé una noche terrible esperando que se desencadenase toda una reacción alérgica (ay, las madres, cómo somos…)
Como persona (parcialmente) lógica intento comprender qué razones empujan a otro, u otros bebés, a organizar este galimatías dental sobre la piel de mi retoño que, según palabras textuales, es el único que sale así del aula día tras día. Una de las conclusiones es que eBebé mayor persigue sin cesar a cierto compañero para arrebatarle cualquier juguete que éste tenga en sus manos. Otra, que con este amigo debe de llevarse de maravilla, porque se pasan el día juntos, duermen en cunas contiguas, organizan saraos a la hora de la siesta, se saludan afectuosos por la calle y mi hijo se niega a dar el chivatazo. Ni siquiera llora (ambas cosas, de un tiempo a esta parte).
Ante estos hechos, la eMamá se pregunta cómo actuar para inculcar pacíficamente a su pequeño hábitos que le permitan conservar intactas sus extremidades y desarrollar un comportamiento social adecuado. Pero ignora cómo hacerlo cuando el entorno más cercano a eBebé mayor es feliz comiéndose un pie (algo que a él no le interesa demasiado).
Así dicen que todos los niños llegan con un pan bajo el brazo (¿o alrededor de él?). Mañana lo llevo a la guardería envuelto en papel de plata.

martes, 25 de junio de 2013

el germen de eMamá

Para abrir boca, hoy voy transcribir algo que sucedió hace escasos dos meses en nuestro propio edificio, y causa principal de este blog.
Vivimos en un piso como tantos, en Madrid, junto a otros 111 vecinos. Como corresponde ante tal aglomeración, hay de todo, desde los que no saludan o fingen no verte cuando pasas (la mayoría), a gente muy cortés y educada de esos que te esperan para coger el ascensor.
El día de autos salíamos toda la familia. Al llegar al portal el aire fresco se colaba por los resquicios, así que la eMamá ni corta ni perezosa decide desenfundarse la chaqueta para arropar a la eBebé, una nenita de entonces cinco meses. Mientras estaba en estas lides, una solícita vecina se ofrece a ayudar a la eMamá, que parecía más un pulpo jugando a piedra-papel-tijera-lagarto-Spock. Estaba y estoy muy agradecida por este detalle tan inusual, así como por los halagos hacia nuestra hija en que se deshizo. Hasta que de pronto vio a nuestro eBebé (ya no tan bebé) mayor, que a la sazón tenía sus 20 meses ya y acababa de subir renqueante los escalones del portal que previamente había bajado. Esto se merece un punto y aparte.
El discurso siguió por derroteros tan habituales como inadecuados (desde mi punto de vista, porque alabar a un niño a costa de menospreciar a otro no me parece educativo): que si el mayor sí que es guapo (¿es que no lo era también su hermana hace un momento?), que si tal y cual… Como digo, lo habitual. Se despide y cuando sale por la puerta, dejándonos en amor y compañía a los cuatro, dice llanamente: “¡qué desastre!”  Muy buenos días tenga usted también (en ese momento estábamos tan estupefactos que ni siquiera se los pude desear).
Hasta el conserje, cuyo idioma natal no es el castellano, nos preguntó si había entendido bien.

lunes, 24 de junio de 2013

eMamá se presenta

Hasta hoy soy, simplemente, madre. He decidido convertirme en una eMamá como muchas otras simplemente por compartir un poco de mi día a día, algo que me ayude a superar ciertos baches diarios y sobre todo que me permita transmitir y recordar los buenos momentos, que son muchísimos.
El impulso final me lo han dado meses y meses de comentarios - a veces divertidos, a veces mordaces, y otras, las menos, simplemente hirientes - que nuestra particular situación familiar, nada especial por otra parte, suscita por los rincones. Y es que nuestros peques, que son sólo dos hasta la fecha, se llevan 15 meses, y eso da mucho que hablar en los tiempos que corren. Harta de buscar refugio en blogs y foros de otras madres con escaso éxito, emprendo esta aventura para demostrar que, dentro de nuestras particularidades, todas las familias podemos ser un oasis de felicidad.
Gracias a todos los que en algún momento leáis estas líneas por dedicarnos un momento de vuestro tiempo.

eMamá